viernes, 27 de marzo de 2015

Chappie. Heurísticamente ALgorítmico

Nuevo proyecto, para seguir aprendiendo (yo), con más filosofía y menos barro en los tacos de la zapatilla.

Otro blog para hablar de otras cosas... o de las mismas, vete a saber. Le podéis hojear (es un decir)  pinchando en la siguiente imagen.


martes, 17 de marzo de 2015

Movimientos antiálgicos


Ut diceret Dominus ad Satan unde venis qui respondens ait circuivi terram et perambulavi eam * 
Job 2:2
Y el Señor dijo a Satán: ¿De dónde vienes? Entonces Satán respondió al Señor, y dijo: "De dar un paseo por la tierra y de caminar por ella".

A veces evitar el dolor lesiona más gravemente que apretar los dientes y aguantar un poco de sufrimiento.

Hace un sol de justicia y el polvo del camino se pega al sudor y a la crema solar. Vas caminando por la larga calzada romana cercana a Mansilla de la Mulas en León. El municipio es famoso, además de porque pasa por él el Camino Francés a Santiago de Compostela, porque tiene un centro penitenciario pionero en cuestiones de tratamiento para la reinserción que se divisa como una enorme construcción desde la variante solitaria que has elegido del camino Jacobeo. Ayer apretaba también el calor e, inevitablemente, sudaban los pies dentro de los calcetines. Estaban hinchados por el ejercicio, la elevada temperatura y más aún por el peso de la mochila que cargas a tu espalda desde que saliste de Saint-Jean-Pied-de-Port. Cada paso con el fardo pesado hacía que la costura húmeda del calcetín se desplazara menos de un milímetro contra tu cuerpo y el roce de la prenda mojada provocó que la piel primero se enrojeciera y, después, para evitar romperse y sangrar, se formó una ampolla rellena de líquido. Literalmente se podría producir un agujero en la carne con el mero rozamiento continuado de la fibra textil, que así es el estrés mecánico de insidioso. Eso es lo que ocurrió ayer y hoy has amanecido con unas generosas vesículas junto a los dedos.

La bolsa se va llenando poco a poco de líquido linfático (¡ese gran desconocido!) y la piel tira alrededor del fluido encapsulado. De vez en cuando una piedra de la calzada se clava precisamente en la ampolla que se separa más por los bordes enviando una señal dolorosa a nuestro cerebro cuando esa piel se despega apenas un poco más y aumenta la superficie dañada. Quizá es la misma piedra que se lleva clavando hace miles de años en miles de pies arrancando miles de alaridos uno tras otro, año tras año, desde el momento inmemorial en que se inventó el calzado. Alaridos de legionarios romanos y de siervos de la gleba en la Edad Media, de hordas de peregrinos que se dirigían al Finis Terrae por diversos motivos. La piel se desgarra un poco con cada pisada, apenas unas pocas fibras de la epidermis, pero la planta de tu extremidad que tiene muchas terminaciones nerviosas exige al cuerpo que haga algo para detener la tortura que está padeciendo. Empiezas a hacer un movimiento para evitar el dolor. Pisas por la parte del pie que no tiene ampolla. Cargas más los músculos de ese lado, la rodilla queda desalineada y la cadera rota (gira quiero decir, del verbo rotar, no el participio de romper) unos grados de más en cada paso que das. Al cabo de quince kilómetros te duele la ampolla, pero también tienes una tendinitis en los ligamentos rotulianos y un acortamiento en el psoas ilíaco. Un dolor te atraviesa desde el pié hasta la coronilla en cada paso y cada metro hasta tu destino es un infierno en la tierra.

Vale, no es Mansilla, es Tatooine, pero hace el mismo calor en verano
El dolor es un mecanismo de protección. Como cualquiera de los mecanismos que tiene nuestro cuerpo a veces funciona mal. Algunos mecanismos son limitados, o están adaptados para una forma de vida que no llevamos. Por ejemplo, el hambre, ese mensaje que nos manda nuestro organismo de que tenemos que comer, tiene una finalidad muy clara. Sirve para que no muramos de inanición. Es casi la pulsión más elemental de los seres con un sistema nervioso y mantiene el balance energético, para que las células no se queden sin combustible que quemar. Pero si obedecemos el ciego impulso del hambre sin ningún criterio ni control consciente, alimentaremos, además del organismo, nuestra hambre futura y la capacidad de autocontención. Nos  veremos metidos en una obesidad o una diabetes de proporciones bíblicas y tendremos muy mala calidad de vida hasta el momento, más bien corto, en que nuestras vísceras aplastadas por la grasa nos lleven hasta la tumba.

Hay que escuchar al cuerpo, pero teniendo en cuenta que a menudo es un estúpido hijo de puta que te va a pedir que huyas cuando eso dispara el mecanismo de ataque de aquello que te provoca el miedo, o que te lances de manera suicida contra una amenaza imaginaria de algo o alguien que no puedes vencer, provocando un conflicto innecesario y una inevitable derrota, o que comas cuando tu cuerpo, aún no saciado, ya tiene alimentos más que suficiente para provocarte una indigestión, o que le des a tus receptores cerebrales una dosis de eso (nicotina u otras drogas) que cree que necesita con desesperación para recibir un supuesto placer que a estas alturas de tu vicio solamente es una bajada del nivel de ansiedad que te produce la deprivación de la sustancia. Lo de que "el cuerpo es sabio" es una vil escusa para comer lo que a uno le apetece. El cuerpo es un necio ignorante diseñado para un mundo diferente de la sociedad en la que vive.

El miedo mata la mente, como decían en Dune, el miedo impide pensar con claridad y nos hace actuar como animales (como bestias, pero en un entorno al que, al contrario que ellas, no estamos adaptados). Huyendo, atacando o quedándonos paralizados. Siempre merece la pena ignorar el impulso animal y someter al tribunal de la razón si es una de esas tres la mejor estrategia para solucionar un problema. A veces es preferible pisar con firmeza e ignorar el dolor que produce la ampolla que tratar de esquivar el dolor con un movimiento antiálgico, de evitación. A veces hay que arriesgar y quedarse, no salir corriendo y no permitir que sea tu miedo quien te gobierne.

"El miedo mata la mente". Tampoco es el Páramo leonés, sino Arrakis, el planeta Dune. 

En lo emocional, vivimos en una sociedad que huye del dolor en cualquiera de sus facetas. Que al primer síntoma de gripe se toma un cóctel de fármacos que elimina los síntomas. También los que facilitan y acortan la curación, como la fiebre y el moco. Que se esconden como ratas de las emociones negativas, del cambio, de la tristeza. A veces con fármacos legales o ilegales, repartidos por el médico, el barman o el camello se anestesia el dolor, no para avanzar sin movimientos perniciosos, sino para huir del cambio, para permanecer inmóviles. Vivir el presente, no pensar en el futuro, olvidar el pasado. El pasado, lo que eres, el futuro, lo que quieres ser. Es nihilismo, es dejar de ser y desaparecer, una forma de suicidio de la propia identidad.

Tratar de evitar el dolor o, por el contrario, dejar que sea la reacción instintiva e inmediata a él lo que nos guíe nos puede causar más daño del que la misma causa del dolor que nos amenaza.

Cuando se recorre una larga distancia (finjamos que estamos hablando de ultratrail), la cabeza debe mandar, debe vigilar, debe contabilizar el dolor y el miedo en un registro preciso. Es la razón la que debe llevar lar riendas, incluso, para dar permiso al cuerpo a actuar instintivamente.
Si quiere ganar, corra cien metros. Si quiere experimentar la vida, corra maratones
Emil Zatopek

martes, 10 de marzo de 2015

Prohibir y castigar. 14+1

No hay que simular filosofar, sino filosofar realmente. Porque no necesitamos aparentar estar sanos, sino estar sanos realmente.
Epicuro
Para Aristóteles los verdaderos amigos tienen que albergar sentimientos de benevolencia recíprocos y ser personas virtuosas. Ambas cosas dos. Para el maestro de todos los maestros si no se es buena gente, si no se practica la virtud, tampoco se puede "practicar la amistad".

Por supuesto existe quien sin alcanzar a entender lo que sea la amistad se asocia simbióticamente o se tolera, algo que llega a ocurrir entre algunas parejas sentimentales en relación de co-dependencia neurótica. Incluso existe la camaradería en la asociación de malhechores y delincuentes, existen los cárteles y mafias que sirven al cumplimento de un objetivo común y entre las cúpulas de algunos partidos (si es necesario establecer la diferencia entre unas cosas y otras) existe el amiguismo. Al menos cuando no se están sacando los ojos para conseguir trepar o pisar la cabeza de algún rival o meter el codo en las costillas (o el dedo en el culo) para ver quien consigue el poder, como decían en aquella gran película, el poder "omnímodo". Aparte de las puñaladas y defenestraciones habituales también hay mucho "pasillo", mamoneo y alianzas temporales que son llamadas, por analogía con el concepto original, "amistad".

Por supuesto, la amistad termina en esos casos, cuando esta no tiene otro fin que el cumplimiento de algún objetivo, en el momento en que las personas dejan de ser de utilidad las unas para las otras. La asociación transitoria, basada en el anti-kantiano principio del uso de los seres humanos como medios y no como fines, desaparece siempre al cabo de un tiempo. Lo otro, la gente que se llama y que se acuerda, por mucho tiempo que haga que no se ve, esas que desean encontrarse por el mero hecho de ver a la otra persona (es decir, considerarla un fin en si mismo, Selbstzweck), esas trascienden la utilidad de la relación. Una anomalía en un mundo en el que se valora casi todo en función de la utilidad y de la producción y se desprecia todo lo que "no vale para nada". Muchas cosas importantes y que merecen la pena cumplen esta condición de inutilidad.

Con la virtuosa Anne
Hablando de reuniones y de amistad.

Las autoridades que gestionan el Parque Nacional de Guadarrama han decidido prohibir el senderismo, montañismo, esquí de fondo y vivac en grupos de más de catorce personas sin un permiso administrativo previo.

Esto no sería llamativo si esas autoridades destacasen por ser extraordinariamente diligentes y providentes en otros aspectos de la conservación del Parque, pero no es así. Más bien parecen decididos a permitir todo tipo de desmanes limitando el número de agentes forestales y sus funciones, en una situación cada vez más precaria. Hace tiempo que se permitió cortar los piornos de las pistas de esquí para no tener que esperar hasta que las nevadas los cubran, dando lugar a la completa erosión de su superficie, conviertiéndolas en escombreras. Se da prioridad a la caza sobre cualquier otra actividad, se permite que fincas particulares cierren caminos públicos y cada fin de semana de verano se da acceso a la Pedriza del Manzanares a multitudes de bañistas que invaden un espacio natural único en Europa, espantando a la fauna y a cualquiera que pase a varios kilómetros de los "charcos" en los que berrean.

Estación de esquí del Puerto de Navacerrada y Valdesquí, "pelados" por imperativo económico 
Quizá se trata de la maldad inherente al ser humano. El "mal radical" del que hablaba Kant. Quizá algo más vulgar, la "banalidad del mal" de la que hablaba Hannah Arendt, eso que lleva a un burocratilla pelota puntilloso con su trabajo a gestionar excelentemente el exterminio de judíos en la Alemania nazi. Sin que sea movido por el odio o el deseo de ensañamiento, una forma de maldad banal, sin poderosas emociones detrás, un mero seguir egoistamente tu linea de menor resistencia sin pensar en las consecuencias. Un justificarse a uno mismo con cualquier cosa (elija cada cual su autojustficción favorita).

Presa improvisada por "charqueros" en la Pedriza. (Foto: Desnivel)
La solución que siempre se le ocurre al estúpido legislador es la misma. Prohibir o cobrar. Prohibir reuniones de más de catorce personas en la sierra, lo que probablemente es un paso previo a cobrar por ello, mientras no se toman otras medidas urgentes. Prohibir el senderismo en grupo, por ejemplo, es inadecuado al fin que se persigue (por cierto, la definición de Kant de maldad es "aquello que es inadecuado a cualquier fin"). No protege el entorno.

La única solución, por supuesto, consiste en cambiar al legislador. Y ya va tocando.

Una última vez voy a nombrar este tema con el que estoy pesado. En Roma el poder ejecutivo recaía en dos cónsules. Eran elegidos por dos años, uno para cada año, de tal manera que cuando se decía "...siendo Cónsules Publio Cornelio  y Tito Sempronio..." sabíamos exactamente de qué año estábamos hablando. Si quería organizarse para trapichaer y corromperse, tenían que hacer negocios rápidos, uno de ellos abandonaba el poder al año siguiente y el que llegase después podría pillarles. Si un sátrapa persa conseguía corromperle con oro, tenía que renovar su chantaje o soborno cada poco tiempo. Corromper en Roma salía muy caro y era fácil que te pillasen. Al igual que en la Atenas del strategos Pericles, había una gran circulación en los cargos. Casi todo el mundo se implicaba en política por breves periodos a lo largo de toda su vida. No se podía "pasar de política" (Idiotés en Griego), pero tampoco había muchos profesionales que ostentasen cargos de manera permanente.

El poder corrompe, si, pero cuanto más tiempo se mantiene, más eficaz es el corrupto en su actividad. Toda institución (los partidos políticos, las órdenes religiosas, los sindicatos, las oenegés,...) surgen con una misión y unos objetivos claros pero, ninguna, alcanza esos objetivos y se disuelve. En el proceso de desarrollar su actividad, trata de hacerse fuerte para ser más eficaz en su tarea. Trata de competir y sobrevivir en un entorno hostil para que no le impidan llevar a cabo su labor y, finalmente, convierte su existencia en su principal objetivo. Cualquier organización burocratizada, después de un tiempo, no tiene más finalidad que mantener sus propias estructuras y persistir, alimentándose del entorno y tratando de crecer lo suficiente para no ser devorada. La visión, misión, valores y objetivos iniciales se convierten, en el mejor de los casos, en una actividad marginal, un subproducto.

Los partidos políticos son estructuras altamente burocratizadas y, en nuestros sistemas, los que se alternan para gobernar llevan mucho tiempo funcionando. No tienen ningún interés no relacionado con su propio metabolismo. Los que tienen poderes ejecutivos se mantienen en sus cargos en ciclos consecutivos o de alternancia que se prolongan durante décadas. No existen mecanismos de autocontrol. No hay más acceso a las cúpulas que la de pertenecer a algunas élites (la casta).

No se trata de corrupción. Se trata de crimen organizado, pero nos queda el consuelo de que no pueden ejercer entre ellos, según Aristóteles, la verdadera amistad.
"Volveremos y seremos millones. Fuerza y Honor para todos"
 Juan Antonio Cebrián

martes, 3 de marzo de 2015

Hay más dioses que ateos

"Quien en nombre de la libertad renuncia a ser el que tiene que ser, ya se ha matado en vida: es un suicida en pie. Su existencia consistirá en una perpetua fuga de la única realidad que podía ser."
Ortega y Gasset
Escuchaba hace poco a un profesor de filosofía de la Universidad Complutense decir que existe algo más importante que la vida. Ese algo más importante incluso que la vida misma es "aquello por lo que merece la pena vivir". Muchas personas viven (y mueren), con dignidad, por aquello por lo que merece la pena vivir. Por cosas como la amistad, por sus hijos, por amor, por la justicia, por la libertad propia o de otros ciudadanos, por la familia, por defender la verdad, por la contemplación de la belleza, por el arte, por la ciencia o por la filosofía quizá. Hay muchas cosas más importantes que la vida misma y que son aquellas por las que merece la pena todo. No solamente sacrificarse por ello, sino, sobre todo, vivir y disfrutar plenamente de la existencia.

La dignidad humana tiene mucho que ver con aquello por lo que merece la pena vivir. Dignidad es lo que queda cuando a alguien le arrebatan la vida por defender aquello por lo que merecía la pena. Dignidad es lo que se pierde cuando se traicionan esos "ideales" y no se tiene valor de vivir para lo que es digno de vivir. Indigno es disminuirse y hacerse voluntariamente más pequeño y miserable quien libremente elige no crecer apartándose de todo aquello por lo que merece la pena vivir.

Cielos rojos manchegos.
Fotografía de Anne Souplet
Quizá sea mucho decir que correr sea una de esas cosas por las que merece vivir. Por correr quizá no, pero por algunas cosas que nos da eso de correr quizá si. Por todas esas buenas sensaciones y momentos que hemos vivido alguna vez, merece la pena. Eso puede añadirse a la lista de lo que nos dignifica como personas y lo que nos ha hecho crecer.

Una de las cosas que nos ha aportado a muchos el correr es el conocer gente extraordinaria. Amigos que se acuerdan de ti y te invitan a pasar el fin de semana, como el pasado ocurrió, en Ciudad Real.

En Almagro, con una gripe que no sé ni como estoy en pie.
Sin maiots de elastano ni prendas de compresión de polipropileno, sin zapatillas galácticas ni frontales que lanzan un chorro de luz como un sable láser, ni mochilas ultrailgeras con ultraligeros bastones enganchados en ellas. Solo juntarse, comer y charlar. Comer quizá mucho, llevados del placer que nos proporcionaron las exquisitas viandas que nos cruzamos, pero ya habrá otro día para quemar lo que este fin de semana hemos almacenado. No quemaremos los buenos recuerdos que nos hemos llevado.


Fotografía vilmente sustraída y retocada del blog de CxC

Y es que correr es algo que se hace, en gran medida, en soledad con uno mismo, como otras diversiones privadas en las que no vamos a entrar ahora. Aunque se puede correr con otras personas, buena parte del trabajo es individual. Sin embargo, se conoce a mucha gente corriendo y se almacenan y comparten muchos momentos y recuerdos. Aparte de las buenas sensaciones cuando se recorre un camino sintiendo fuerza en las piernas, también hay espacio para charlar, para acercarse y, por qué no, para filosofar.