miércoles, 12 de marzo de 2014

Saliendo de la cueva

Represéntate hombres en una morada subterránea en forma de caverna, que tiene la entrada abierta, en toda su extensión, a la luz. En ella están desde niños con las piernas y el cuello encadenados, de modo que deben permanecer allí y mirar sólo delante de ellos, porque las cadenas les impiden girar en derredor la cabeza. Más arriba y más lejos se halla la luz de un fuego que brilla detrás de ellos; y entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto, junto al cual imagínate un tabique construido de lado a lado, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima del biombo, los muñecos [...] del otro lado del tabique, pasan hombres que llevan toda clase de utensilios y figurillas de hombres y otros animales, hechos en piedra y madera y de diversas clases; y entre los que pasan unos hablan y otros callan.
La República, Libro VII, Platón 
Pleistoceno. Una pandilla de Homo Sapiens corren durante días por el fértil territorio del Sahara persiguiendo a una especie de bicho con cuernos grande, herbívoro y que, si le dejasen en paz, no se metería con nadie. Está  lo bastante enfermo como no poder seguir a su manada, pero lo suficientemente fuerte como para que si se da la vuelta haya que hacerle "recortes" y seguir acosándole durante días, corriendo tras él para que al final caiga al suelo medio muerto y se le pueda dar un certero descalabro con una piedra afilada que lo remate y lo deje del todo seco o, quizá, despeñarlo por una ladera. Lo que surja. La estrategia es correr y correr detrás de él, descalzos, en contacto con la Madre Naturaleza, para finalmente poder llevar hasta el asentamiento provisional el aporte de energía de una dieta rica, muy rica en proteínas, basada en frutos crudos, tubérculos, huevos y sin rastro de cereales, ni legumbres, ni leche no humana después del destete tardío. Sin contaminación en el aire, comiendo productos sin procesar por la industria, bebiendo el agua que aflora pura del manantial y degustando frutas exquisitas que cuelgan de los árboles al alcance de la mano.

Nuestros antepasados corretean descalzos y comen filetones. Son felices en este jardín que la Madre Tierra les ha proporcionado.

[...]

Tiempos remotos, una pequeña comunidad de productores y artesanos. Unos pescan, otros cultivan alimentos, algunos saben hacer instrumentos de metal o de cerámica, otros producen otras "mercancías". El tiempo que invierten en conseguir estas mercancías es el valor que se le asigna a cada producto a la hora de realizar trueques. Todo, absolutamente todo, es mercancía, pero nadie la acumula, porque el "mercado" se autorregula en un libre intercambio. No hay dinero, no hay "acumulación de capital", nadie es el dueño de la "fuerza de trabajo" de nadie. Todo el mundo tiene tiempo libre y abundancia de cualquier cosa que necesite bajo este "modo de producción".

Las personas son libres, no hay estado, no hay Capital, ni plusvalía, no hay pobreza ni guerras ni odios.

[...]

Adan y Eva, nuestros ancestros, viven en un jardín, el Jardín del Edén. Un lugar maravilloso donde no falta de nada, donde hay comida en abundancia, donde no es necesario llevar ropas porque no hace frío, ni calor, ni existe la vergüenza ante un cuerpo desnudo. El primer hombre y la compañera que Dios le ha proporcionado retozan alegres y despreocupadamente en un mundo perfecto y maravilloso.

Dios es bueno y nos quiere, porque somos inocentes y obedientes.

Un juez de carrera echando a dos corredores de la competición al sorprenderles tomando sustancias dopantes
Pero un buen día todo empieza a ir mal. El paraíso se pervierte. Cultivamos legumbres y cereales y, para hacerles comestibles, les sometemos a un proceso de desnaturalización por cocción. Hay que vivir cerca de los cultivos, así que hay que crear asentamientos estables, criar los animales en vez de cazarles, y aprovechar para bebernos su leche cuando están amamantando a su prole. Bebemos leche ordeñada, cocemos trigo y fermentamos cebada. Nos ponemos calzado cada vez más robusto, para protegernos de pinchazos, cortes, picaduras... fabricamos armas con las que matar a distancia, primero lanzas, luego arcos y flechas.

Y de pronto uno de los productores del mercado ideal de intercambio de mercancías decide comprar una muy especial, la fuerza de trabajo de su vecino. Le paga por trabajar para él, pero quedándose, claro, un pequeño margen que va acumulando, la plusvalía. Si no sería tan solo que el vecino trabajase contigo y se quedase con todo lo que produce. Se acumula ese margen en forma de otras mercancías imperecederas o de vales o "pagarés" por un tipo de mercancía concreta, como el oro. La acumulación es lineal al comienzo pero pronto la puede invertir, por ejemplo, en adquirir la fuerza de trabajo de más vecinos, por lo que se va gradualmente doblando lo acumulado y permitiéndose multiplicar el capital a mayor ritmo. Se ponen lindes a las tierras. Aparece la propiedad privada de los medios de producción. Ahora lo que uno cultiva y reclama para sí no es lo que puede cultivar con sus manos y su trabajo, sino que se intenta poseer mucho terreno y comprar el trabajo de asalariados que lo cultiven. Aparece una profunda desigualdad y una mayoría de pobres trabajan para enriquecer exponencialmente a una minoría de ricos. Cuanto más se tiene más posibilidades hay de seguir aumentando la riqueza, cuanto menos, más probable que se le desposea a alguien de lo poco que tiene y tan solo pueda intercambiar la fuerza de sus brazos por una miserable subsistencia.

Y la curiosidad y la soberbia intelectual, los peores pecados posibles para el Dios, o eso nos venden sus curas, llevan a Adan y Eva a comer del Árbol del Conocimiento. La serpiente tienta al hombre a través de la mujer, adecuado intermediario, según los mismos curas. Por desobedientes, por buscar el conocimiento por si mismos, por hacer caso a otro que no sea Él, el Dios les expulsa del Paraíso y les condena a trabajar y parir dolorosamente. Justo castigo.

Imagen de un voluntario señalando un desvío poco marcado en un trail de montaña, para que nadie se pierda
Caída en desgracia la humanidad, se padecen trastornos intestinales por el "pecado original" de alimentarse de legumbres y beber leche de vaca, vivimos en la miseria casi toda nuestra vida, pagando las culpas de un antepasado cabrón que se apropió de lo que no era suyo y esclavizó a sus semejantes, en este valle de lágrimas en el que Dios nos ha puesto, no porque sea un sádico acomplejado, sino porque forma parte de un Plan Divino, al final del cual, tras la Segunda Venida de su Hijo, cuando todos comamos paleodieta, el día que llegue la Revolución y la abolición de la propiedad privada de los medios de producción... retornaremos al Paraíso primigenio.

Perdón, creo que me he hecho un lío.

Bueno, la idea es esa. Un pasado idílico, donde nuestros antepasados eran felices hasta que cometieron un terrible error, no del todo intencionado, inevitable realmente, pero del que pagan las culpas sus descendientes, que viven en un mundo tal y como le conocemos, no muy bueno para la mayoría. Existe, eso si, la receta para enmendar el error. Ya ha sido anunciada la solución, el libro está escrito y pronto, muy pronto, llegará la hora del cambio, de la revolución, de la salvación, detrás de la que nos espera el retorno al paraíso primigenio donde tenemos memoria genética de haber sido felices... 

También vale para la tesis del "buen salvaje", corrompido por la sociedad y que tras la Ilustración será libre de las cargas de su pasado y de las supersticiones y vivirá en una sociedad burguesa, industrial y avanzada que colmará todas sus necesidades gracias a una perfecta organización. Aplicable a casi cualquier religión o ideología política. Siempre hay una Edad Dorada y un Paraíso futuro, cuando vengan a salvarnos. Lo de en medio es la consecuencia de lo uno y la Revelación la solución que lleva a lo otro.

Y hasta en la mitificación personal de la infancia feliz y de la jubilación en que se disfrutará del merecido premio a una vida de esfuerzos.

Desconfiando de la Edades de Oro, a ver que le puedo sacar a una dieta baja en hidratos, que me sobran unos kilitos para mi próxima carrera de cien kilómetros en Portugal.

Shalom aleijem
Examina ahora el caso de una liberación de sus cadenas y de una curación de su ignorancia, qué pasaría si naturalmente les ocurriese esto: que uno de ellos fuera liberado y forzado a levantarse de repente, volver el cuello y marchar mirando a la luz, y al hacer todo esto, sufriera y a causa del encandilamiento fuera incapaz de percibir aquellas cosas cuyas sombras había visto antes. ¿Qué piensas que respondería si se le dijese que lo que había visto antes eran fruslerías y que ahora, en cambio está más próximo a lo real, vuelto hacia cosas más reales y que mira correctamente? Y si se le mostrara cada uno de los objetos que pasan del otro lado del tabique y se le obligara a contestar preguntas sobre lo que son, ¿no piensas que se sentirá en dificultades y que considerará que las cosas que antes veía eran más verdaderas que las que se le muestran ahora? [...] Y si se le forzara a mirar hacia la luz misma, ¿no le dolerían los ojos y trataría de eludirla, volviéndose hacia aquellas cosas que podía percibir, por considerar que éstas son realmente más claras que las que se le muestran?
Ibid. 

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