lunes, 20 de enero de 2014

Corriendo por mi pueblo

The historian of science may be tempted to exclaim that when paradigms change, the world itself changes with them
T. Khun
Un elemento clave en la construcción de nuestra identidad es el lugar donde crecemos. Hay personas que nunca abandonan su lugar de nacimiento a lo largo de toda la vida y, por el contrario, quien no puede decir a ciencia cierta de dónde es, porque su infancia y juventud transcurre entre mudanzas, de una ciudad a otra.

Para la mayoría nuestro pueblo era el lugar donde vivíamos o, también, el lugar de vacaciones desde el que emigraron nuestros padres a la ciudad y al que había que retornar periódicamente. Cuando conocías a la gente de Madrid capital, te dabas cuenta de que muchos no tenían pueblo, pero solían tener "barrio", que viene a ser lo mismo.

Este fin de semana corro el medio maratón de Getafe, el de mi pueblo, el lugar en el que he vivido hasta los treintaipico y dónde sucedieron, por tanto, buena parte de los acontecimientos más importantes de mi vida. Mi "otro" pueblo, el de mi padre realmente, es una pequeña aldea de la montaña del Sur Occidente de Asturias, lindando con la frontera leonesa. Tengo, claro, como corredor de montaña, muchas ganas de correr por ese otro pueblo. Nunca lo he hecho, y sin duda me daría la oportunidad de disfrutar con otros ojos unos paisajes espectaculares pero que, de tanto verlos, me cuesta a veces hacerlo con los ojos de quien tiene la suerte de sorprenderse por primera vez con ellos.


Aquí, mi pueblo. Aquí, unos amigos.
Getafe es una pequeña ciudad o un pueblo grande. Circunvalada por autopistas que van a otros sitios (a Toledo o Andalucía de Norte a Sur y apretada por arriba y por abajo por la M45 y la M50 que rodean la megalópolis madrileña), con trenes y metro, con universidad, hospital, industria e historia. Un lugar donde se puede vivir toda la vida sin salir de ella, porque no le falta nada importante salvo la montaña, y le sobra lo que, de todas maneras, hay en todas partes: algún idiota.

Es una media maratón muy llana, muy rápida y con mucho cagaprisas en busca de su mejor marca personal. Esto último dicho desde el respeto de uno que, si viniese a esto, le parecería mal que otro alguien lo cuestionase. La cosa es que en la Media de Getafe la gente corre que se las pela y yendo a un ritmo "normalito", en el que en otra carrera entrarías en mitad del pelotón, en esta parece que te va a atropellar el vehículo escoba en cualquier momento. Es difícil salir a hacer una carrera tranquila con la tensión que se crea, pero lo intentaremos porque las Navidades y las lesiones han dejado secuela y pasado factura y el objetivo es testear el ritmo al que será posible hacer el Maratón de Sevilla el 23 de febrero. Seguramente por encima de las cuatro horas, lo que no es ningún problema para los que tenemos como plan para este año acabar una carrera de cien millas.

File:Cerro-angeles.JPG
Getafe y el conjunto-bodrio arquitectónico del Cerro de los Ángeles que le identifica
Todo es relativo. Lo que es "normalito" para unos, es ir como una bala para otros y pisando huevos para aquellos. Un estudio de una universidad canadiense que circula estos días por Internet recomienda hacer media hora de sexo a la semana para perder peso después de los excesos navideños. Lo que para unos es una miseria para un día cualquiera, para otros es un sueño inalcanzable. Para unos ir a 4 minutos por kilómetro es dormirse en los laureles, para otros, ir a 6 es apretar el culo y darlo todo hasta la agonía.

Y es que el punto de vista, el lugar desde el que se ven las cosas es extraordinariamente importante. No por nada la filosofía de la ciencia ha considerado que la "visión del mundo", la cosmovisión, el "paradigma científico" o la Weltanschauung, el "programa de investigación científica", son claves para estudiar cómo construimos y mantenemos hipótesis. La sociología de la ciencia se ha convertido en el eje de la reflexión sobre estas cuestiones. Personalmente estoy bastante de acuerdo con el planteamiento del tema que hace el filósofo húngaro Imre Lakatos.

En mi opinión la descripción de la estructura del conocimiento científico que hace Lakatos guarda mucha similitud con la estructura que una persona tiene de su propio conjunto de creencias y, como ocurre en la ciencia, cuando se produce una "Revolución Copernicana", cuando se sobrepasa cierto límite y se caen los cimientos de las creencias colectivas, se da una situación isomórfica a cuando se produce un cambio completo en la percepción del mundo que tenemos cada cual individualmente. Un día nos levantamos y tenemos claro que las cosas no eran como habíamos creído. Ya no somos los mismos, de hecho, ya que en buena medida nuestras creencias también forman parte de nuestra identidad. En parte somos lo que creemos y hasta, incluso, lo que creemos que somos.

Un día hay un conjunto de teorías científicas coherentes. Sitúan a la Tierra en el centro del Universo y defienden que el brazo del arquero es el que da la energía a la flecha que avanza, que los cuatro elementos se combinan para crear todas las substancias y que somos imagen y semejanza de un molde divino que, platónicamente, saca copias imperfectas y, al día siguiente, resulta que es la Tierra la que gira alrededor del Sol, la flecha mantiene su estado de reposo o movimiento si no hay otra fuerza que se oponga, como el rozamiento del aire, Lavoisier y Mendeleiev llenan de elementos primordiales una tabla que repite, periódicamente, en sus propiedades y estamos hechos de las cenizas de las estrellas, de materia inerte organizada por la ciega evolución y por sus mecanismos de azar y necesidad, de selección natural.

Para Lakatos los distintos programas de investigación científica están relacionados entre si y guardan un alto grado de coherencia entre ellos, dándose apoyo y formando un "núcleo duro" de conocimientos y creencias apoyados por "hipótesis auxiliares" que pueden cambiar para mantener esa coherencia. Vamos, como hacemos las personas. Tenemos un conjunto de creencias firmes y algunas hipótesis que nos vamos sacando de la manga cada vez que algo rechina o nos lleva a una contradicción. Hasta el día que, claro, todo cambie. Y ¡ay! si una persona no está dispuesta a cuestionarse sus creencias. Al final será un batiburrillo de creencias auxiliares débilmente hirvanadas, lo que viene siendo... una persona supersticiosa. Carne de cañón para pirados y sinvergüenzas, sin opción a desenmascarar a los primeros o ayudar en su rehabilitación a los segundos.

Recuerdo haber hecho el año pasado la media de Getafe. Recuerdo las sensaciones. Tampoco estaba en mi mejor momento de forma física, como ahora. La forma física cambia como los paradigmas científicos. Un día te levantas y ves que estás hecho un toro, o al revés, que no estás en un pìco, sino en un valle de forma. Los trailrunnes atravesamos picos y valles entrenando además de en las gráficas imaginarias de nuestro estado físico. De los ejes cartesianos a la orografía serrana.

Creo, mucho me temo, que me tocará sufrir en esta carrera.

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