miércoles, 27 de noviembre de 2013

Un año blogeando y remontando por la vida

I amar prestar aen 
Han mathon ne nen 
Han mathon ne chae 
A han noston ned gwilith 
El Mundo ha cambiado
Lo siento en el agua
Lo siento en la tierra
Lo huelo en el aire...
(De la película La comunidad del Anillo)

Si, el mundo ha cambiado una barbaridad.

Wittgenstein, uno de mis filósofos favoritos y de los que más han configurado mi visión personal del mundo, aborda una cuestión esencial. ¿Qué es el mundo? Es un conjunto de hechos, pero, sobre todo, el mundo es "mi mundo", ningún otro. El ombliguismo en filosofía se denomina solipsismo y Wittgenstein y yo opinamos que un solipsismo bien entendido es la única filosofía posible:
"Pues lo que el solipsista quiere decir es bastante correcto; sólo que no se puede decir, sólo puede mostrarse. El mundo es mi mundo: esto se manifiesta en el hecho de que los límites de mi lenguaje (de ese lenguaje que sólo yo entiendo) significan los límites de mi mundo".
Una semana para correr el Ultra Trail de Chiva.

La carrera es una serie de subidas y bajadas, de emes y uves dobles, MWMWMW, que hacen que sea el típico perfil que no me viene mal del todo. Cierto que llega un momento en que estás harto de las bajadas, rápidas o técnicas, que en mi caso son dos cosas distintas, y estás deseando pillar una buena cuesta arriba para descansar, y que al final ya estás deseando que se acabe la subida, que no te pille un llaneo, sino una bajadita para dejarte caer y que la gravedad (esa fuerza de atracción) haga parte del trabajo por ti.

Lo normal en muchas carreras es que, como una semana esperando que llegue el viernes, empecemos cuesta arriba, pasando duramente los controles sin pensar mucho en lo que queda (lunes, martes, miércoles…Bola del Mundo, Peñalara, Cotos, Cabezas de Hierro...) y cuando llegamos al jueves, al pasar la cumbre o el punto más alto del recorrido, como a mitad de carrera y de semana, ya sea una cuesta abajo, donde se saborea en cada avituallamiento un anticipo de la entrada en meta. Cada juernes sabe un poco a fin de semana.

Si el mundo ha cambiado, cuando el mundo cambia, es sobre todo porque mi mundo ha cambiado. En los últimos doce meses yendo cuesta arriba he ido perpetrando una serie de entradas en este blog, siempre con la cabeza muy alta, no de vil soberbia, sino consecuencia del metafórico collarín al cuello de los hostiones que me he ido calzado. Pero de uno en otro golpe me ha ido ayudando el acto de descargar por aquí las ideas que rumiaba antes de que se me enquistasen en forma de acidez de estómago o de cualquier otra forma de somatización. También ha ayudado alguna bajada, alguna zona de llaneo que me ha aliviado la congestión de las piernas en el recorrido, algún repecho en el que dejar volar la mente sin tener que estar concentrado en no caerme.

Y ya veo la meta al fondo.

Paisaje draconiano en el recorrido del Gorgoroth Ultra Trail Matathon of Mordor. Creo que da 5 puntos para el UTMB.
Ha aparecido por estos lugares a menudo la expresión "como todo en esta vida" para poner de manifiesto el isomorfismo, la metáfora, para destapar la metonimia entre lo de correr y lo que nos depara la existencia humana. La vida no sé si es como una caja de bombones, como decía el Forrest ese que los graciosillos de todas partes nos citan cuando se enteran de que corremos largas distancias, pero a mi se me parece a una serie de carreras de ultrafondo y por eso desaguo por aquí lo que creo que he ido aprendiendo de correr ultradistancia y de vivir siempre con el collarín puesto aprovechando alguna excusa filosófica. Los dolores vienen y se van, las cicatrices a veces nos recuerdan una vieja herida cuando llueve... como todo en esta vida. Entrenamos y nos preparamos, lo intentamos, triunfamos o fracasamos, nos cansamos, nos motivamos, nos lesionamos, arrastramos el dolor hasta que llega la curación con el tiempo y haciendo lo que debemos con él.

Y ha pasado un año, así a lo tonto, entre leer filosofía, escribir, correr, caerse y levantarse varias veces y ver y oír la meta al fondo.

Namarië!

Entonces Bárbol se despidió de todos, uno por uno, y se inclinó lentamente tres veces y
con profundas reverencias ante Celeborn y Galadriel.
-Hacía mucho, mucho tiempo que no nos encontrábamos entre los árboles o las piedras.
A vanimar, vanimálion nostari! -dijo-. Es triste que sólo ahora, al final, hayamos vuelto a vernos. Porque el mundo está cambiando: lo siento en el agua, lo siento en la tierra, lo
huelo en el aire. 
 (Del Libro "El Retorno del Rey") 

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