jueves, 10 de octubre de 2013

I have a dream...

Decía Martin Luther King "tengo un sueño". 

Yo también. tengo un sueño que me caigo. Como una pedrá. Tengo muchos sueños, por supuesto, pero hoy tengo sueño. Y también, no lo niego, uno en concreto.

El sueño y los sueños y las carreras de ultradistancia. Sueñas con correr alguna carrera. Durante alguna de ellas, cuando se prolongan más de 20 horas, tienes como principal enemigo el sueño. Como corredor conoces la importancia de dormir un sueño reparador los dos días anteriores, pero no siempre es posible. Recuerdas los sueños, los anhelos y las ideas peregrinas que han entrado en tu mente cuando vas solo, centrado, dejando la mente en estado de meditación. En ese estado alterado de conciencia que tiene tanto en común con la duermevela.

Los últimos días he entrenado como se supone que hemos vivido los españoles según algunos políticos: por encima de mis posibilidades. Hace tres días, tres horas de trail running por Somosierra, con mi amiga Anne, antes de ayer  cuestas por Casa Campo con Miguel y aún tengo las "patas de palo" del fartlek de ayer, yo solito. Hoy miércoles he quedado para correr. Por supuesto. Si sobrevivo descansaré otros tres días hasta el Cross de la Cuerda Larga, el lugar de maldito recuerdo donde tengo que resarcirme de la lesión y la cicatriz que adornan mi rodilla (un día hablamos de las maldiciones). Allí me dejé un buen pedazo de piel y carne en el cross de hace dos años. Es un sitio al que le tengo que cambiar la oscuridad que me trae a la memoria y convertirle en un sitio de recuerdo feliz.

Sueña, sueña hasta que tus sueños se hagan realidad

El sueño extremo es la peor sensación que he sentido en carrera. El sueño no, el esfuerzo por mantenerse despierto. Tiene que ver con las hormonas que se generan antes de que amanezca que, unidas a quizá 15.000 Kcal. consumidas a lo largo del día y de la noche en un esfuerzo constante, hacen que tu cuerpo se rebele con todas tus fuerzas y te mande a dormir. No a la cama. La cama sobra y basta una piedra o, como me ha ocurrido un par de veces, te duermes andando y te despiertas dando una cabezada cuando estás a punto de chocar con un árbol. La cama sobra, a veces, para dormir y para otras necesidades acuciantes que nos hacen pensar en camas.

La sensación de sueño frustrado es una sensación angustiosa, peor que cuando el estómago se te pone del revés y no te entran los líquidos, peor que cuando te arden las piernas por el ácido láctico (eso ya nos ha llegado incluso a gustar a estas alturas), peor que el dolor de pies, que el frío o que el calor, que andar pisando en falso por un terreno complicado con las piernas flojas. Para mi, la sensación de sueño, es lo peor a lo que me enfrento en carrera. Es una angustia desesperante porque, ante todo lo demás opones tu fuerza interior, pero el sueño se alimenta de ella, la roba y se ríe de tus músculos y de tu entrenamiento.

Un sueño frustrado, en el plano personal, puede ser triste, pero se queda atrás con el paso del tiempo. Con un toque de amargura, de tristeza o de pena, pero atrás en el pasado, en ese lugar en el que no hay que habitar y, si acaso, ir un momento a pillar fuerzas y volver de él recargados. Hay un discurso muy manido últimamente que procede de la "plaga espiritualista" y que han recibido con los brazos abiertos las legiones de pseudofilósofos de Facebook. El discurso es que hay que "vivir el presente", ni el pasado, ni el futuro.

No compréis tan barata vuestra filosofía.

Hacer proyectos, dedicar las energías a planificar lo que podría suceder con ilusión, la anticipación de la felicidad y dar los pasos que conducen a ella,... no es lo mismo que anclarse en recuerdos destructivos que te amarguen disfrutar el presente y te roben el futuro. El futuro está por hacer y es donde vamos a ir, por lo que dedicarle energías no es, no puede ser lo mismo que volver constantemente la vista a lo que ya sucedió o, aún peor, a lo que pudo ser y no fue, el peor de los contrafácticos.

Cito a Ortega y Gasset (a los dos a un tiempo, ja): La vida es quehacer; si, la vida da mucho que hacer, y el mayor de todos averiguar que es lo que hay que hacer. Porque en todo instante cada uno de nosotros se encuentra ante muchas cosas que podía hacer, y no tiene mas remedio que resolverse por una de ellas. Mas, para resolverse por hacer esto y no aquello tiene, quiera o no, que justificar ante sus propios ojos la elección, es decir, tiene que descubrir cual de sus acciones posibles en aquel instante es la que da mayor realidad a su vida, la que posee mas sentido, la mas suya. Si no elige, sabe que se ha engañado a si mismo, que ha falsificado su propia realidad, que ha aniquilado un instante de su tiempo vital, por cuanto, como antes dije, tiene contados sus instantes. No hay caso de misticismo alguno; es evidente que el hombre no puede dar un solo paso sin justificarlo ante su propio íntimo tribunal.

Volvamos al sueño. ¿Qué se puede hacer en una carrera cuando, más allá del agotamiento, el sueño intenta vencernos.

La primera opción es dormir "la siesta de la llave" Se llama así porque en aquellos tiempos en que las camas eran altísimas y las llaves unos enormes trozos de metal se consideraba que la siesta ideal consistía en meterse en la cama con un brazo fuera sujetando una llave. Cuando los ojos se cerraban y se aflojaban finalmente los músculos de la mano, la llave caía a aquellos suelos de piedra o madera con un estruendo que despertaba al recién durmiente, poniendo punto final a la breve siesta.

Pues se trata de eso. Un pequeño ajuste cerebral de 15 o 20 minutos del que se suele salir con un dolor de cabeza, la boca pastosa y una sensación muy desagradable, como de resaca, pero que proporciona al cuerpo lo que necesita en ese momento y que permite seguir corriendo.

Una noche cualquiera sin Luna de 2012, desde la Cuerda Larga
La segunda opción es buscar buena compañía (para otras cosas en la vida, es la primera opción, la mejor. Mejor solo que mal acompañado pero lo mejor, la buena compañía si la encuentras) hablar con alguien, cantar incluso, escuchar la radio, que es una forma de acompañarse durante las horas que invitan al sueño y que conocen muy bien quienes se dedican al oficio del transporte por carretera. Ocupar ese área del cerebro que se encarga del uso del lenguaje y que no se puede emplear a la vez que dormimos. Cuidado, eso si, con los mp3. Una cosa es escuchar en la radio un programa en el que oyes la voz de alguien (y a ello diriges tu atención poniendo en actividad las circunvoluciones cerebrales adecuadas) y otra es escuchar música, eso circula por otras redes neuronales distintas, por otra autopista cerebral que conduce como un tobogán hacia el sueño. No importa que sea el brutal death metal más salvaje, a las cuatro de la mañana os parecerá la nana de Brahms.

Tercera. Bebidas con cafeína y con azúcar. El café y las colas, son agradables, legales y una forma de retrasar el sueño, pero al final os alcanzará y solamente tendrán un efecto temporal. Aumentar la dosis no mejora el resultado a partir de cierto límite. En cualquier caso una buena opción para la noche, en que perdemos menos líquidos por el sudor y nos conviene quizá más una bebida "hipertónica" que una "iso" o "hipotónica".

Cuarta. El amanecer. La luz del sol estimula un cambio hormonal que nos espabila. Sobre todo si hemos podido echar "la siesta de la llave", la salida del sol cargará de nuevo nuestras pilas y, sorprendentemente, de la misma manera que siempre sorprende cuando después de la oscuridad luce el sol, cuando se disuelven las tinieblas y aparece una nueva esperanza, sorprendentemente, nos podremos lanzar a correr de nuevo durante horas un segundo día de ultratrail.

Tui lucent oculi
sicut solis radii,
sicut splendor fulguris,
qui lucem donat tenebris *.

Siempre vuelve a amanecer.

La Pedriza del Manzanares, aparcamiento de la barrera.


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* Tus ojos brillantes, como los rayos del sol, como el resplandor del rayo, que disuelve las tinieblas.



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