martes, 3 de marzo de 2015

Hay más dioses que ateos

"Quien en nombre de la libertad renuncia a ser el que tiene que ser, ya se ha matado en vida: es un suicida en pie. Su existencia consistirá en una perpetua fuga de la única realidad que podía ser."
Ortega y Gasset
Escuchaba hace poco a un profesor de filosofía de la Universidad Complutense decir que existe algo más importante que la vida. Ese algo más importante incluso que la vida misma es "aquello por lo que merece la pena vivir". Muchas personas viven (y mueren), con dignidad, por aquello por lo que merece la pena vivir. Por cosas como la amistad, por sus hijos, por amor, por la justicia, por la libertad propia o de otros ciudadanos, por la familia, por defender la verdad, por la contemplación de la belleza, por el arte, por la ciencia o por la filosofía quizá. Hay muchas cosas más importantes que la vida misma y que son aquellas por las que merece la pena todo. No solamente sacrificarse por ello, sino, sobre todo, vivir y disfrutar plenamente de la existencia.

La dignidad humana tiene mucho que ver con aquello por lo que merece la pena vivir. Dignidad es lo que queda cuando a alguien le arrebatan la vida por defender aquello por lo que merecía la pena. Dignidad es lo que se pierde cuando se traicionan esos "ideales" y no se tiene valor de vivir para lo que es digno de vivir. Indigno es disminuirse y hacerse voluntariamente más pequeño y miserable quien libremente elige no crecer apartándose de todo aquello por lo que merece la pena vivir.

Cielos rojos manchegos.
Fotografía de Anne Souplet
Quizá sea mucho decir que correr sea una de esas cosas por las que merece vivir. Por correr quizá no, pero por algunas cosas que nos da eso de correr quizá si. Por todas esas buenas sensaciones y momentos que hemos vivido alguna vez, merece la pena. Eso puede añadirse a la lista de lo que nos dignifica como personas y lo que nos ha hecho crecer.

Una de las cosas que nos ha aportado a muchos el correr es el conocer gente extraordinaria. Amigos que se acuerdan de ti y te invitan a pasar el fin de semana, como el pasado ocurrió, en Ciudad Real.

En Almagro, con una gripe que no sé ni como estoy en pie.
Sin maiots de elastano ni prendas de compresión de polipropileno, sin zapatillas galácticas ni frontales que lanzan un chorro de luz como un sable láser, ni mochilas ultrailgeras con ultraligeros bastones enganchados en ellas. Solo juntarse, comer y charlar. Comer quizá mucho, llevados del placer que nos proporcionaron las exquisitas viandas que nos cruzamos, pero ya habrá otro día para quemar lo que este fin de semana hemos almacenado. No quemaremos los buenos recuerdos que nos hemos llevado.


Fotografía vilmente sustraída y retocada del blog de CxC

Y es que correr es algo que se hace, en gran medida, en soledad con uno mismo, como otras diversiones privadas en las que no vamos a entrar ahora. Aunque se puede correr con otras personas, buena parte del trabajo es individual. Sin embargo, se conoce a mucha gente corriendo y se almacenan y comparten muchos momentos y recuerdos. Aparte de las buenas sensaciones cuando se recorre un camino sintiendo fuerza en las piernas, también hay espacio para charlar, para acercarse y, por qué no, para filosofar.


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